Resumen
Presentamos una serie de reflexiones sobre los compromisos del o de la terapeuta en las situaciones sociales generadas en el encuadre específico de los Grupos de Intervención sobre los Estados de Conciencia (GIEC). En el desarrollo de los GIEC se crea una cultura que actuará como herramienta terapéutica, y a la que la persona que ejerce como terapeuta debe estar atenta para que no se convierta en cultura enraizada que lleve a sus miembros a convertirse en lo que deben ser. Lo importante es que dicha cultura mantenga una apertura a la posibilidad de explorar lugares disociados, tanto a nivel personal como social. En consecuencia, tal terapeuta se compromete con una manera concreta de entender las relaciones sociales desde la diversidad, apoyada por su conducta colaborativa y de apertura hacia la libertad propia y de quienes le rodean. Ese compromiso es posible interpretarlo como una posición ideológica básica que permitirá el desarrollo adecuado de los grupos. Sin embargo, nos preguntamos si sería posible interpretarla también como una postura ética. Para ello, nos basamos en el planteamiento de Emmanuel Levinas sobre la otredad, y desarrollamos sus implicaciones, beneficios y riesgos dentro del proceso de la terapia grupal.Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0.
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